Por: Lina
Patricia Henao
-
¡Tómeme una foto!. Esa
fue la manera de acercarse. Quería un poco de reconocimiento y ver reflejado su
rostro en la cámara fotográfica. En el afán de conocerlo pregunté su nombre y me
contestó: - Machete, me dicen machete.
En medio de la fotografía seguí
interrogando, su apodo obedece a que le gusta “voliar machete” como el mismo lo
dijo.
Vive en Guayaquil, en una de las
tantas residencias que se encuentran en el sector, en las mismas donde los
olores se confunden hasta tornarse hediondos, donde el ambiente se siente
pesado y los corredores carecen de luz. Sus manos conservaban este olor que terminaron
por impregnar las mías al intentar coger la cámara para ver su foto.
Su cuerpo está lleno de cicatrices,
quizá menos de las que tiene en su vida porque hay heridas que no son
perceptibles a los ojos de otros, éstas están muy adentro en el alma de cada
quien. La cicatriz más evidente de Machete está en su cabeza, probablemente originada
en una de las peleas que le gusta protagonizar.
Tenía afán de ver su rostro reflejado
en la cámara y empezó a acosar, así que las inquietudes que me surgieron en el
momento tuvieron que esperar y darle gusto al único transeúnte que se atrevió a
acercarse para que le tomara una fotico…
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