sábado, 14 de septiembre de 2013

Escribir, el mejor oficio del mundo. Conversatorio en la Fiesta del libro


¡Ya viene la Fiesta del Libro y la Cultura 2013!

Del 13 al 22 de septiembre viviremos la Fiesta del Libro y la Cultura en el Jardín Botánico, Parque Explora y Planetario.

Queremos invitarlos especialmente a participar en el siguiente evento:
El mejor oficio del mundo. Conversan Martín Caparrós (Argentina), Jon Lee Anderson (Estados Unidos), María Teresa Ronderos (Colombia), Sergio Ramírez (Nicaragua), Jean-Francois Fogel (Francia), Héctor Abad Faciolince (Colombia), Germán Rey (Colombia) y Jaime Abello Banfi (Colombia)

Fecha: Viernes 20 de septiembre

Hora:
10 a.m. 
Lugar:
Auditorio Camilo Torres. Universidad de Antioquia. Calle 67 N° 53 – 108.
Inscripción previa. Informes 4442633 opción 4 extensión 122 
Esperamos contar con su participación. Los invitamos a difundir la invitación entre sus estudiantes y profesores y agradecemos si nos pueden confirmar su asistencia al evento para reservar su lugar.

¡Nos vemos en Fiesta del Libro y la Cultura!

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Link con la programación a La Fiesta del Libro. Todos invitados


http://issuu.com/fiestalibro/docs/programaci__n_oficial?e=7894467%2F4543485


Fiesta del Libro y la Cultura


Del 13 al 22 de Septiembre el Jardín Botánico de Medellín será el escenario de la Fiesta del Libro: La ciudad y los escritores nos esperan en diversos paneles, lanzamientos y conversatorios.


Procuraremos publicar parte de la programación para tenerla presente. 

viernes, 21 de junio de 2013

Olinda

Medio oculta, medio escondida...

Un trozo de Calvino me salió como premio en la envoltura de un chocolate con su nombre. ¡Has ganado un premio para visitar la ciudad de Olinda! ¿Dónde queda eso? Ah, Olinda en Brasil... debe ser chévere. Vi sin embargo que el tiquete vencía a la media noche y no quise perder tiempo. Hice mis maletas a toda prisa, pensando en un clima soleado y playas muy cerca. Sin embargo, al llegar al aeropuerto me hicieron pasar a una singular sala de espera. Otros turistas como yo, estaban sentados con sus maletas frente a una mesa que sostenía un costurero y una lupa. Algunos estaban concentrados mirando alfileres y me pregunté qué hacíamos en realidad allí. Algunos lucían como en trance y decidí no tomar ninguna de las bebidas que me ofrecieran. Una azafata sin embargo, muy amablemente me instó a tomar la lupa y me puso un pañito húmedo y caliente para frotar mis manos antes. ¿Qué parodia era esta? No quise contradecir y mucho menos armar un escándalo así que accedí a darle una mirada a uno de los alfileres con cabeza rosa. Los azules me parecían pretensión de sastre adolescente y si algo no me quedaba bien, era una costura. Tomé la lupa y mis ojos se maravillaron ante el viaje ofrecido por Calvino. La ciudad era diminuta pero tenía hasta circo. Recorrí con los ojos todos los callejones, me aprendí el nombre de sus acarameladas calles y hasta seguí a una hermosa mujer trigueña que caminaba entre adoquines sin notar mi mirada. Tuve sed y olvidé la premisa inicial. Me tomé un whisky doble y para cuando desperté estaba esposada en la misma sala. Los demás pasajeros se habían ido y sólo quedaba un reguero de platos rotos que ignoraba de donde había salido. Me adjudicaron el desastre y aunque intenté explicar que me había salido Olinda, entre medio oculta y medio escondida... se burlaron diciendo que Wonka ya no repartía tiquetes dorados y que ningún señor Calvino había descrito circos en sus libros.  

Claudia Restrepo Ruiz

miércoles, 1 de mayo de 2013

Una hora y catorce minutos


ESTETOGRAMA: 4:15 – 5:29
Por Gloria Eugenia Taborda





El reloj chilla todos los días de lunes a viernes a las 4:15 de la mañana, hora del conticinio, hora querompe con las más oníricas imágenes y despierta al silencio. Es día y es noche. Día por la hora, noche porque la oscuridad se hace más profunda, es madrugada cargada de ausencia. La ventana me habla de esta profundidad, me gusta asomarme a ella para ver las estrellas que aun pueblan la bóveda celeste. Por estos días siempre hay varias  estrellas que se asoman, y creo que me asomo a la ventana en el día a día para ver una estrella fugaz y pedirle un deseo. Todos los deseos son íntimos y por ello, secretos.

Todos los secretos se guardan. La estrella fugaz se ha guardado hasta ahora.
Mis pies entonces calzan el frío  de las sandalias y se dirigen a la lámpara que se enciende a un apretón de mis dedos, me gusta el color que en estas horas le da al ambiente, parece que no quedo contenta, enciendo la otra. Dos luces diferentes, pero dos luces que guardan intimidad para conmigo. La cama debe quedar sin las huellas de una noche de descanso, por eso, y antes de abrir la puerta, todo queda en completo orden. Desde la puerta evalúo la recién acabada tarea.
La puerta se ha abierto, chirria un poco (momento de ponerle aceite) y comienzo a descender con mis pasos, imitadores felinos, por aquellas escalas. Un día, no muy lejos del de hoy caí rodando por ellas. Y hoy y ayer y todos los días después de ese día, se repite la imagen de un cuerpo rodando, el mío, y luego, el dolor profundo en muchas partes del cuerpo. Tanto dolor, tanto dolor que un tris de morfina fue mi salvación. ¡Hice el viaje al zoológico rosado!
El calor se ha pegado a mi cuerpo, esa ducha de agua fría lo mitigará en contados segundos. Siempre me pregunto por qué tantos se arredran ante el agua fría, si cae por el cuerpo como un bálsamo luego de una noche de piyama y sábana. Cae en una pierna, en los brazos, en el pecho, la espalda, la cabeza. Refresca, quita el calor de este cuerpo cuyos calorcitos cósmicos se siguen aferrando a la piel, a la ropa.
Asciendo las escalas para llegarme de nuevo a la habitación, allí están ordenadamente puestas las ropas del día. ¿Para qué tanto orden?  Es el miedo a que el reloj corra más que yo y no llegue a las 5:29 para abordar el Metro, hoy atestado de viajeros que madrugan más que yo y toman felices (me supongo) el asiento que debería ser para mí.
Siempre me preparo un desayuno para más tarde. No piensen que a estas horas mi estómago recibe alimentos sólidos, agua sí, esas otras cosas con que nos alimentamos los que vivimos en esta ciudad (una arepa con queso), no. Vaya que me puede el escrúpulo, confío en mi cocina, en las viandas que guardo en la nevera, en las manos, las mías que preparan lo que deglutiré. Envuelvo cuidadosamente mi alimento matutino, como si fuera un regalo con papel de colores, mi sutil alimento, y lo guardo. Unas horas más tarde será presa en mi boca.
Mis ojos de nuevo se fijan en el reloj, son las 5:16 minutos, hora de salir, de darle vuelta a la llave y encontrarme con el silencio de los árboles, hora de transitar los caminos todavía encendidos por las lámparas de la noche, de escuchar de cuando en cuando el sonido de un reloj despertador que debe estar desperezando a un cuerpo que ha dormido unos minutos más que yo. Llevo el ritmo de mis pasos, siempre llevan igual kilometraje, todo calculado hasta que llego a la avenida Guayabal. Ya los carros, los buses y las motos pasan raudos aprovechando que a estas horas la censura del tránsito no está. Y un olor a aceite quemado por muchas frituras empieza a aporrearme la nariz: palitos de queso, empanadas, papas rellenas y muchas cosas más se fritan en esas grandes sartenes expuestas al polvo, al hollín de los carros y la grasa de la fábrica de jabones que sirve de punto de venta. Y los clientes son los obreros que se aprestan a tomar el turno de las 6:00.  Sus manos están ataviadas con un vaso de café y cualquiera de esas frituras. A pocos pasos me espera el Metro, pero antes de él, la gente que desciende a toda prisa, casi corriendo por esas escalas eternas y que a cualquier hora hacen doler las piernas cuando se suben o descienden. Me espera el puente, me espera la plataforma. Son las 5:29 y a lo lejos se ve el indicador naranja.

lunes, 29 de abril de 2013

Cisneros


Por Lina Henao

CISNEROS…

Ahí está erguido y orgulloso de su obra, la escultura de Francisco Javier Cisneros, el cubano responsable de la construcción del Ferrocarril de Antioquia, así mismo responsable del impulso de la economía antioqueña.

El Túnel de la Quiebra  es otra de sus grandes obras, ahora olvidado por los rugidos del ferrocarril es transitado por las motos adaptadas como coches para transportar a los habitantes de un lado a otro.  Cuenta la historia que dos cuadrillas de hombres iniciaron al mismo tiempo la excavación del túnel en cada uno de los extremos hasta encontrarse en la mitad del mismo y fue tal la precisión de Cisneros y sus hombres que solo erraron por un par de centímetros. ¡Cómo no caminar erguido ante tanta precisión! ¡Cómo no sentirse orgulloso cuando superó el agreste territorio antioqueño para hacer llegar el desarrollo a los sitios más lejanos de nuestras tierras!

Y luego, de ser el ferrocarril el eje de la economía, quien traía y llevaba a los viajeros y transeúntes hasta el río Magdalena, simplemente enmudeció. Y las estaciones una a una fueron cayendo en el abandono.

De la estación Medellín solo queda un pedazo de lo que fue, de su magnitud, de su grandeza… ahora solo hay un par de alas y el abordaje de primera clase. Sin embargo las cicatrices también están a la vista de todos, pero ya hacen parte del paisaje.

Francisco Antonio Cisneros ahora está ahí dando la espalda a lo que fue su gran orgullo, como si estuviera marchándose de aquel lugar que dejó en el olvido su gran obra de ingeniería, la gran obra del desarrollo antioqueño
Ahí está erguido y orgulloso de su obra, la escultura de Francisco Javier Cisneros, el cubano responsable de la construcción del Ferrocarril de Antioquia, así mismo responsable del impulso de la economía antioqueña.






LA DANZA DEL VIENTO



 Por: Lina Henao

Son pocos los árboles que habitan en el parque San Antonio, las esculturas de El Pájaro (el que recuerda la cruda violencia de la ciudad y el nuevo), Venus y el Torso Masculino de Fernando Botero miran hacia el centro, un espacio lleno de adoquines donde hay pintada una improvisada cancha de microfútbol.

Allí el viento siempre está, a veces con fuerza, en otras ocasiones se hace imperceptible.

“Ana, Lucía y Juan” transitan por San Antonio, sienten el viento, su frescura y no pueden dejar de bailar con él.

“Ana” inicia una danza, la sigue “Juan” abriendo sus brazos como si desplegara las alas, mientras “Lucía” la más pequeña se agarra de su padre para evitar que el viento la eleve.



Una fotico... riqueza en la Comuna 10





Riqueza en la comuna 10: Diversidad
Por: Lina Patricia Henao

-            ¡Tómeme una foto!.  Esa fue la manera de acercarse. Quería un poco de reconocimiento y ver reflejado su rostro en la cámara fotográfica. En el afán de conocerlo pregunté su nombre y me contestó:  - Machete, me dicen machete.
En medio de la fotografía seguí interrogando, su apodo obedece a que le gusta “voliar machete” como el mismo lo dijo.
Vive en Guayaquil, en una de las tantas residencias que se encuentran en el sector, en las mismas donde los olores se confunden hasta tornarse hediondos, donde el ambiente se siente pesado y los corredores carecen de luz. Sus manos conservaban este olor que terminaron por impregnar las mías al intentar coger la cámara para ver su foto.
Su cuerpo está lleno de cicatrices, quizá menos de las que tiene en su vida porque hay heridas que no son perceptibles a los ojos de otros, éstas están muy adentro en el alma de cada quien. La cicatriz más evidente de Machete está en su cabeza, probablemente originada en una de las peleas que le gusta protagonizar.
Tenía afán de ver su rostro reflejado en la cámara y empezó a acosar, así que las inquietudes que me surgieron en el momento tuvieron que esperar y darle gusto al único transeúnte que se atrevió a acercarse para que le tomara una fotico…



La alegría de la comparsa














  
  Por Lina Henao

El sonido de los tambores invita a danzar. Ese llamado lo sentí la primera vez que pude hacer parte de la comparsa. Una fuerza interior se hizo presente y el movimiento surgió en mi cuerpo como si hubiese estado dormido. Volví a ser niña, un sentimiento que no quiero volver a abandonar.

La alegría, las risas y el movimiento sin una técnica establecida son parte de la comparsa. Sus integrantes solo deben seguir dos condiciones: sentir y mover su cuerpo.

Las calles, los barrios y toda la ciudad son el escenario. No se requiere de mucha infraestructura, la idea es tomarse los espacios, avanzar y llevar alegría a los curiosos que no se atreven a desinhibir sus emociones.

La comparsa me dio la oportunidad de ser yo, sin máscaras, sin ataduras, sin composturas, divertirme y brindar alegría a quienes están conmigo. En el performance quise compartir un poco de mi sentir con los que ahora hacen parte de una nueva aventura en mi vida, ustedes, mis compañeros de maestría!






domingo, 14 de abril de 2013

Estetograma Analida López


https://skydrive.live.com/?cid=6246b3e37df7e433#cid=6246B3E37DF7E433&id=6246B3E37DF7E433!242

Hora de levantarse. Análida refunfuña. Odia ese momento de choque con su naturaleza dormilona. Años atrás sostenía fuertes batallas internas para vencerla. Permanecía allí entre sus cobijas y terribles sentimientos de culpa. Pero de un tiempo para acá ha empezado a reconciliarse con su ser un poco indisciplinado, dado al ocio, a la contemplación y a la lentitud.

El sonido de los pájaros es su mejor despertador. Afuera, el día promete ser algo frió. Quizá llueva y no tiene sombrilla, la extravió de nuevo, siempre sucede.

Sus pies sobre el pequeño tapete para atenuar la frialdad del piso. Es un engaño, una ilusión pretender prolongar la sensación de tibieza y de cobijo. Se levanta por fin. La idea de un café caliente la anima. Baja despacio las escaleras, roza con placer la madera. Le agrada su textura, su color. Desciende despacio, lo hace con cuidado, en parte porque teme perder el equilibrio.

Su cuerpo ya no le responde como antes, teme que la traicione. En su trayecto, toca la pared suavemente, más que buscar apoyo, busca el contacto con esa superficie que la atrae. Es rugosa, pero amable, invita a acariciar.

Enciende la radio. 90.90. La doble W hace parte de sus mañanas desde hace mucho tiempo. Esas  “voces con piel” se han convertido en una grata compañía. Pero, el café la espera. Su aroma, desde el momento de destapar el tarro, la reconforta. Verlo hervir, observar el vapor le  produce un profundo placer. Es un rito, su rito sagrado. Tomar un café en las mañanas, saborearlo mientras siente el frió en su piel, en su rostro en sus brazos, mientras observa las nubes que anuncian lluvias, mientras repasa el recorrido del día que la espera. Allá un pajarito se posa sobre uno de los muros vecinos. Parece mirarla.

El tiempo transcurre. De nuevo es necesario un acto de voluntad supremo para interrumpir la contemplación. Los deberes, la vida real, la llaman a gritos.

En el baño otra batalla se libra. Hace frío y aunque el agua es tibia, al inicio, no le parece lo suficiente. De inmediato cambia la sensación, es agradable sentirla bajar por su cara. El agua, ese elemento vital originario, partícula primigenia de todo ser vivo. Componente de la naturaleza, testigo y partícipe del devenir vida humana. También ella es su amiga. En esos momentos en que ambas están solas en ese otro ritual que es el baño diario, suele conversar y agradecerle estar allí para ella, tan incondicional, tan generosa, tan límpida y sencilla.

(Pendiente: subir video)

lunes, 8 de abril de 2013

Cortázar va al Cine



Tener presentes estas fechas:
Abril 10
Abril 24
Mayo 15
Mayo 29
Junio 12
Septiembre 11
Octubre 9
Octubre 23
Noviembre 6

Lugar: Teatro en el antiguo M.A.M. en Carlos E. Restrepo 

Estetograma de un sábado por la mañana




Por Claudia Restrepo Ruiz

A Claudia la despiertan a las siete menos diez y digo la despiertan porque en ella no funcionan las alarmas, los grillos programados en el celular ni la luz que desde hace más de una hora, entró por la ventana. Su esposo madruga a caminar y para cuando llega es el momento propicio. Tan pronto abre los ojos, busca vestigios de sueños, le fascina soñar. Cuando comprueba que no hay nada, se levanta, mira al atrapasueños que es más un atrapapesadillas y comienza el día repasando los elementos que debe tener presentes al empacar, media hora más tarde.  El agua le gusta tanto como los sueños pero no es de las que se demora en la ducha a menos que se lave el pelo. Cuando se baña, tiene la sensación de que el agua sana y que todos los vicios del pensamiento se escurren por la rendija bajo sus pies. Siempre tiene que esperar a conocer el ánimo del día para elegir cómo vestirse. No comprende como hay mujeres que desde el lunes tienen seleccionado el atuendo de la semana completa. Hoy por ejemplo, llueve y al gris de un jean le iría bien una bufanda morada. En semana usa tacón pero los tenis son exclusivos del fin de semana. Se calza y procede a desayunar, con cocacola porque ese vicio no es mental y no tiene interés en desarraigarlo, una arepita de chócolo con queso. Cuando termina, va al estudio, empaca el cuaderno, la cartuchera y el folder y regresa al baño para maquillarse un poco. Es entonces cuando el espejo le revela que aún tiene estragos de la sombra anterior. Toma un copito, lo baña en crema, se quita el estrago y lo cubre con polvo. Luego elige entre la raya negra o la café y delinea la parte inferior de sus párpados. Usa pestañina –siempre se debe llevar pestañina– y se pone el labial que no llegará ni siquiera a la universidad –también se lo come, pero de manera inconsciente–.  Y cuando cree estar lista empieza el caos porque no encuentra las llaves del carro. Sería más sencillo si las pusiera siempre en el mismo lugar pero como la danza entre bolsos día a día tiene lugar, es impredecible saber dónde están. Cuando las encuentra reparte besos y sale camino a la universidad. Entonces la música invade su espacio móvil  y en el trayecto… surgen ideas de cuentos, nombres de personajes y reflexiones para su blog: bitácora del cuerpo. Llega puntual a clase y toma uno de los puestos de adelante para que su miopía tenga que contentarse con lo que alcanza a ver y no con la muleta de unas gafas que apenas si está aprendiendo a conducir. Toma la palabra y lee un fragmento del texto Rata, caballo, pájaro o gato.

Estetograma, Consuelo Garay


https://skydrive.live.com/?cid=5c7d363a4c80d2da&id=5C7D363A4C80D2DA%21229&Bsrc=Share&Bpub=SDX.SkyDrive&authkey=!AtGbsjPoJ0i4MMw

La joven maestra, Consuelo Yazmín Garay Leal, rige en Medellín, Antioquia. Clara de entendimiento responsable y tenaz de voluntad, nacida para formar y guiar personas jóvenes adolescentes y poderles alegrar sus vidas. Quemada interiormente por fuegos místicos y avasallada por el llamamiento de la oración. Dios la ha ido moviendo por caminos diversos que la han hecho madurar a fuerza de lidia, pues su terquedad siempre ha sido su motor.

“Ha pasado las amarguras del ajenjo para llegar a la dulzura de la miel”. Pero a ti te digo Dios: “Aquí estoy señor para hacer tu voluntad”.

Ella es como el agua, pues:

El agua representa la transparencia de la gente.

El agua representa la tranquilidad espiritual.

El agua representa la liberación.

Pues el agua se tiñe de mil colores cuando la luz la atraviesa y muestra su hermosura y esplendor cuando se palpa el agua y se remojan las manos se siente una leve caricia de Dios en el alma, que invita a explorar el mundo natural y las maravillas que nos rodean, las formas de las plantas, su textura, sus olores son el reflejo natural de mi persona. Reflejo que me gusta palpar en cada hoja, en cada flor…..

Es hacendosa, es dinámica. Reproduce en su opulenta personalidad los rasgos de la mujer fuerte, de aquella que hay que buscar lejos, pero con responsabilidad, para esta fecha ha sido maestra de colegios.

Sensible a la naturaleza y a los espacios que recorre, mujer insaciable y de buen gusto al comer el pez su alimento preferido.

domingo, 31 de marzo de 2013

¿Y qué hay de polis versus urbe?




Por: Yohana Murillo





Dando una mirada curiosa en el  ir y venir a través del recorrido encontré estas imágenes que me llamaron la atención pues son del diario vivir, donde me surge la inquietud ¿Y QUÉ HAY DE POLIS VERSUS URBE? Si desde hace mucho tiempo  todos sabemos que el coche se usa para llevar a los  bebes en una forma más cómoda y de protección  y en la ciudad que se gana el premio de la más innovadora el coche se utiliza para las ventas ambulantes para proteger las bebidas, los alimentos; donde llevan: termos, vasos, jugos, tinto, gaseosas, confites y hasta almuerzos.
Y me pregunto, ¿Será  innovación?  ¿Será necesidad?   ¿Será rebusque?  ¿Dónde está la ciudad imaginada? ¿Cuál es la ciudad real?  ¿Qué  muestran los distintos usos? ¿Por qué se utilizan en dichos espacios? Sin embargo son muchas preguntas y a la vez muchas respuestas así que se las dejo, para que juzguen ustedes, porque yo sigo caminando por la ciudad.

                                                                       
                                                                                           

lunes, 25 de marzo de 2013

Cartografía por fragmentos



Por: Silvia Congote


Después de pensar la idea de montar un negocio informal en la Plaza San Antonio y teniendo en cuenta las condiciones del lugar, los hermanos González decidieron aprovechar el asfalto, la visita habitual de familias y la extensión plana -y con pocos obstáculos- del terreno, e instalaron cuatro medios de transporte que invitaran a los niños a montarse y dar una vuelta o más alrededor de la plaza. Desde que empezaron el negocio, Horacio le hizo saber a su hermano Jorge que no estaba de acuerdo con incluir un caballo en la atracción. Las jornadas laborales han pasado, y a pesar de que los hechos demuestran que el caballo genera pocos ingresos, y que por lo tanto Horacio tenía razón, Jorge se encarga todos los días de cargar y arrastrar hasta su lugar de trabajo a Palomo -el pequeño caballo café con cabeza blanca-, donde espera junto a sus compañeros de cuatro llantas que algún niño lo saque a cabalgar por la sabana.




El zapato para cada ocasión

¿Cuál zapato me gusta más? ¿Por qué debo usar siempre dos zapatos iguales o parecidos? ¿Por qué no puedo combinarlos? Esta mañana decidí hacerlo. Me levanté, hice los destinos en la casa y mientras me organizaba para venir al centro, decidí usar un zapato de cada par de mis zapatos destapados adelante. Hasta el momento nadie lo ha notado, y si lo han notado no lo han comentado conmigo. Quizá piensan que se trata de una nueva moda, quizá asumen que soy una señora que no ve bien o que sólo cuenta con estos dos zapatos en buen estado. El recorrido que he hecho hoy ha sido corto, de mi casa a la estación Hospital y de la estación San Antonio hasta aquí, sin embargo, ya puedo decidir con cuál zapato me siento mejor para hacer vueltas en el centro: el negro con la cinta naranja. La sandalia plateada es muy bonita, pero me hace caminar despacio y me cansa más, creo que la voy a dejar para ir a misa los domingos, claro está, acompañada por su par, la otra sandalia plateada.




Parque de Berrío


Según Foucault, estamos en una época en la que el espacio se nos da en la forma de relaciones de emplazamiento, emplazamiento que a su vez se define por las relaciones de vecindad. Aunque todavía hay oposiciones que admitimos como dadas: el espacio público y el espacio privado, el espacio de ocio y el espacio de trabajo, entre otras, nuestros espacios y la manera de habitarlos implican no sólo que estemos unos al lado, encima o debajo de otros, sino además que nuestras actividades no se pueden delimitar de forma clara. Descanso, trabajo, me siento, aparento, viajo, espero, me culturizo, hablo por teléfono o camino, todo puede ser simultáneo. En la perspectiva de Foucault, el Parque de Berrío y sus espacios adyacentes, incluido el Palacio de Cultura “Rafael Uribe Uribe”, se constituyen en heterotopías, en contraemplazamientos donde otros emplazamientos de la sociedad están representados, invertidos o refutados. De ahí que estos espacios, que en su historia -pasada, actual y futura- han sido y son pensados y habitados como centros políticos, económicos, eclesiásticos y culturales, puedan hoy ser concebidos y vividos como el escenario donde una mujer se sienta a leer el periódico o a hacer un crucigrama, mientras exhibe ollas y productos que las hacen brillar, sin necesidad de especificar si se dedica a lustrarlas, a venderlas o a vender los productos que les dan brillo. Escenarios donde un hombre camina junto a un perro a las afueras de la antigua gobernación, paseándolo o llevándolo a un nuevo destino desconocido, o donde habitantes esporádicos del lugar buscan desperdicios útiles o se sientan a disfrutar o a esperar que pasen los efectos del alcohol, al lado de una obra artística que les muestra cómo sus antepasados adornaban su desnudez. 


Desplazamiento forzado


  

Por: Silvia Congote
Estación Medellín del antiguo Ferrocarril de Antioquia

A finales del siglo XIX, cuando Pedro Justo Berrío promovió obras de infraestructura como el Ferrocarril de Antioquia, se tenía como objetivo proyectar la ciudad como un centro político, económico y cultural. Por la misma época, Epifanio Mejía escribía “El canto del antioqueño”, que después se convertiría en el himno de Antioquia, poema donde proclamaba su afecto por el hacha que los mayores le dejaron por herencia, debido a que “sus golpes libres acentos resuenan”. ¿El hacha a la que se refería Epifanio es la misma que se encuentra hoy en la imagen de una de las paredes de la estación Medellín del antiguo Ferrocarril, hacha cuyo golpe resuena libre paso para el vagón y desplazamiento forzado para el árbol? ¿Ese árbol es el mismo que se encuentra sembrado hoy, a pocos pasos de la imagen y al frente del vagón al que alguna vez le pudo haber dado paso? En la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras de 2011, se enuncia la estabilización como uno de los principios de la restitución. Según este principio, “las víctimas del desplazamiento forzado y del abandono forzado, tienen derecho a un retorno o reubicación voluntaria en condiciones de sostenibilidad, seguridad y dignidad”. ¿Aquellos que en los últimos años han sufrido desplazamiento y abandono forzados de sus tierras, tendrán el mismo futuro del árbol?

Un pez enorme



Por: Silvia Congote


                       


Centro Administrativo Departamental José María Córdova
Monumento a la Raza, Rodrigo Arenas Betancourt

Un pez enorme, tan enorme como una ballena, se ha instalado entre los edificios administrativos del centro político de la ciudad de Medellín. Los funcionarios públicos se han refugiado en sus oficinas, esperan que el pez no se los trague y siga su camino. Algunos personajes heroicos, que ya habían sido protagonistas de hechos memorables de la historia del departamento y de la ciudad, se han lanzado sobre el animal, buscan la manera de alejarlo del lugar. No se augura un final feliz para su hazaña, los movimientos de la cola y las aletas del gigante espécimen hicieron que muchos valientes antepasados fueran arrojados o terminaran aplastados por el cuerpo del animal. Sólo algunos se han salvado, algunos pocos compañeros de Jonás que el pez parece haber tragado y vomitado. Sin embargo, se debe anotar que no se sabe con precisión si son funcionarios o valientes personajes de nuestra historia, podrían ser unos u otros. ¡Cuántos sacrificios y promesas habrán hecho para salvarse y seguir con vida en este centro administrativo departamental!


viernes, 22 de marzo de 2013

Entre el Ferrocarril y Versalles: Breve bitácora de un paseo por la ciudad.



Por Farid Villegas Bohórquez

¡Oh, mi amada Medellín, ciudad que amo, en la que he sufrido, en la que tanto muero! Mi pensamiento se hizo trágico entre tus altas montañas, en la penumbra casta de tus parques, en tu loco afán de dinero. Pero amo tus cielos claros y azules, como ojos de gringa.
Medellín a Solas contigo. Gonzalo Arango. 

Cuando escucho la palabra bitácora vienen a mi memoria reminiscencias de puertos, radas y rutas adentradas en la mar de un tiempo de infancia.  Recuerdos de José –el abuelo eterno, el marinero, el timonel- con acantilados y tierras que llevaron mi imaginación a la nación de los piratas en que se transformó para ser lo que nunca alcanzó.   Sin embargo ese no es el caso de este relato.  Los ruidos que aquí se escuchan –esas continuidades en las ondas del tiempo- no emergen de los navíos mercantes que atracaron por las radas de Cartagena de Indias. Es, en la prolongación, el ulular grave de la sirena de algún un tren que se aproxima en recuerdo indeterminado.  Sí.  Sólo con ver la locomotora –incólume a los años en su eternidad de hierro- se puede hacer la parafernalia: una ciudad que se empina en los albores del Siglo XX, con los Nuevos cuyos poemas estriden bajo el tinglar de las calderas.  Medellín, despierta y crece en el fulgor de un sol plano hoy a las 8 horas del día 15 de marzo y es 2013.  Alguien –cuenta la postal- cortó de tajo la Estación y dio paso a la muestra.  




De las fisuras hacia occidente, la imaginación construye el mito.  “Era hermosa y de una arquitectura…” Las voces –que a su paso van y vuelven, que se rosan y se cruzan- dan paso a la realidad con fragmentos de historia, con deducciones lógicas o con imaginarios. “Allí estaba… El arquitecto se equivocó en la precisión del panton … Sí, eso los colores, la textura.  Perfecta escultura de gratitud al personaje”.  Mientras tanto; la estatua vertical y panorámica de Francisco Javier Cisneros, pone el índice señalando Occidente.  “Allí y allá… estaba y era como”; La voz académica de Paolo, dribla en los oídos.  Él sabe ir del volumen historiográfico al cuento en la costumbre.  Pero, esta ciudad no tiene otra posibilidad más que pretérito en la diáspora.  Pese a todo, no sucumbe; se puebla la perspectiva rectilínea de Carabobo y es en el sopor de las 9 de –en la mañana aún- un río humano variopinto y con urgencias. 




Las gentes van y vuelven, se cruzan, se detienen, se miran, repelen, se reúsan, se cansan se sientan, se paran y siguen, se engullen, se huyen y se tocan, bordeando a su paso; El Vásquez y el Carré.  1896.  “El arquitecto fue Carré”.  ¿Quién puede vaticinar que suerte de aventura lo trajo a estas estribaciones del sur de América, justo a las crestas de esta ciudad andina?  No lo creíamos. Al norte, siempre al norte y diagonal, ahí estaba prevaleciendo entre moho y la estrechez arquitectónica, el edificio legendario y estomacal. Ha perdido el nombre y la fachada, pero allí, dentro de esos compartimentos, nació Sal de Frutas Lúa.
  Vamos, surge una voz entre el bullicio. Si es verdad, la ciudad no está ahora para tolerar el tiempo, menos para hacer pausa rememorando estampas pintadas de sepia.  A lado y lado del estrecho pasadizo que sirve de avenida peatonal, almacenes y más almacenes.  Las fachadas de las que cuelgan mercancías y gentes que pregonan, no se ven, no existen mientras el ruido crece en el sopor de un bochorno a las 10.  Ese ruido deslizante se apropia y crea otras cotidianidades.  Otra cosa lo fue cuando en 1996 rodó por vez primera el Metro.  ¡Ah!  La cultura metro.  A sólo 10 metros de la Estación San Antonio, la gente es distintas.  Dentro y fuera, dos mundos en oposición.  Acá el ruido, allá dentro la sociedad discreta y un agente de policía que cruza la pasarela luciendo con donaire el uniforme mientras sujeta firme y resuelto su negro bastón de mando. Como ciudades en la coincidencia de tiempos duales y simultáneos la turba va.  Por arriba y por debajo; hasta que alguien, por curiosidad oprime el botón rojo, y el metro se detiene emitiendo un ruido largo como un flato.  La marcha continúa después de unos minutos.  La marcha nuestra por su puesto.  Sucede que ahora somos turistas y de todos los lugares la gente nos ve.   Somos la semblanza de una vez primera, tal vez, para algunos la primera vez que ponemos los ojos en el detalle para dar cuenta de la grieta.  Si, esa ruptura resiente de un pasado que fue apenas y un presente de urbs ambivalente. En el parque de San Antonio, caen nuestras miradas fracturadas sobre el pájaro de bronce.  Poco después del asombro es posible leer los nombres gravados en el frontispicio de la escultura: el golpe supera la palabra y esta se ha hecho sorda en la evocación del ser.  “Murieron aquel día …”.   Alguien pronunció un número y … Eso basta: entre la cifra y el nombre habita la palabra olvido.  Territorio/territorialidad, conflicto y el Medellín de los 90.  La tragedia va de la academia al expresionismo y al final la Ley de Víctimas.  Nada para reparar, los que reparan no están; duermen el sueño eterno de Morfeo en Campos de Paz.  Ahora apresuramos el paso.  El sol pica en la piel, la movilidad se obstruye, el grito en los altavoces, estridencias y más ruido pululan afirmando esto que llamamos vida, mientras vamos por los laberintos de esta metrópoli, hasta El Parque de Berrío.  Pero el Parque no está, en su lugar se levanta la Estación de su nombre y el reloj en el centro, indica las 11.  Como agua y aceite se mezclan el ruido con las guitarras.  Grupos de campesinos bailan al ritmo de carrascas y estribillos, en la parte plana y alta de la plataforma.  Es como si se hubieran traído los pueblos a reinventar su pasado aquí.  Más acá, donde se extingue lo que quedó de parque, está el gravado de la memoria precolombina, homenaje a los primeros habitantes del Valle.  Pero allí, el olor a excremento apesta; porque los paseantes han convertido el lugar en baño público.  A pocos pasos y cruzando por el pasaje de Flamingo –el flamante almacén que fía porque en vos confía- nos detenemos a mirar el mural de la raza antioqueña del maestro Pedro Nel Gómez.  La evocación es como para entender la paradoja de que aquello que la ciudad se traga, el arte lo pone la pared. Después –sólo unos minutos- sucede que la ciudad cambió de nombre: Botero. Al fondo de esta concurrida plaza está el museo antioqueño, que también le llaman Botero.  Todo allí es Botero.  La gorda y el gordo son Botero, las firmas en los bustos de bronce son Botero, La pintura en la pared del Nutibara, es un Botero, Botero ha donado las esculturas y de Botero es la bondad de tener un parque como este, aunque en los billetes con que se pagaron los impuestos para hacer este homenaje a Botero, jamás escribirán nuestros nombres. Por el sendero de Maracaibo, una estrecha calle, subimos –algo extenuados- hasta alcanzar el pasaje de Junín.  ¿Qué puede ser más legendario en Medellín que Junín?  Junín tiene verbo propio y es femenino: “juniniar”, que según la academia del parlache antioqueño significa “mirar vitrinas aunque no haya para con que comprar”.  Por este pasaje, la ciudad está tachonada delicadamente por venteros ambulantes que no deambulan sino que poseen permiso para permanecer a lado y lado de la verja con sus puestos de bisuterías. Hay centros comerciales y en el corazón –sobre la margen izquierda, sentido sur norte- el Club Unión, evocación de la burocracia del Siglo XIX.  Al frente los moritos del Astor y alguien cuenta que ese fue el lugar dilecto de las señoras ricas y sin que hacer, que en las tardes abúlicas iban a tomar te y tejer punto cadeneta punto los chismes de la ciudad.  El Bolívar al fondo en el Parque del mismo nombre que le pone fin al Pasaje de Junín, permaneció esperando y así continua, porque nosotros nos entramos a Versalles, el café argentino.  Allí, unos tomando cocacola y los otros –como yo- tinto, hicimos memoria de la caminata.  “muy buena… muy rico… no me había dado cuenta que el Coltejer…”.  En fin; tantas cosas suficientes para comprender, qué tan extraños somos en la ciudad donde vivimos.  Hubo besos, abrazos y premura …  Yo te llamo, tu me cuentas, pilas con las fotos … hasta luego.  Y, el mar de las urgencias nos tragó en un oleaje de ocupaciones, para abandonar en ese preciso instante, nuestro breve rol de paseantes.

***   ***   ***
                   

CAMINEMOS POR MI TIERRA

Por Diana Hernández


º

Es la frase que representa el monumento construido en honor a los caminantes que fueron
secuestrados y asesinados en cautiverio. Lo acompaña uno de los recordatorios en donde
se encuentran de frente el Dr. Guillermo y el Dr. Gilberto en el puente Cerca a Caicedo.
Representa, en plena plazuela de la Alpujarra, el deseo de libertad al que siempre le cortan
las alas pero por el que muchos siguen luchando.

“Cuando se pueda andar por las aldeas
Y los pueblos sin ángel de la guarda.
Cuando sean más claros los caminos
Y brillen más las vidas que las armas
Cuando la sombra que hacen las banderas
Sea una sombra honesta y no una charca.
Cuando en lugar de sangre por el campo
Corran caballos, flores sobre el agua.
Solo en aquella hora
Podrá el hombre decir que tiene patria.”
CCS.


El vendedor de periódico, personaje que habita cada rincón de esta ciudad, pero ¿quién se
ha detenido a leer lo que está pregonando? Si, son las ansias de libertad que se suspenden
en la Plazoleta de la Alpujarra, como queriendo escapar de esa mole de cemento en forma
de muralla, representando el corazón de la otrora Bella Villa.

LA VENDEDORA DE DULCES

Después de haber ayudado a
fundar este territorio, criando los
hombres y mujeres del futuro, el
rostro cansado de la Matrona
Antioqueña deambula por la
ciudad como tratando de recobrar
el Horizonte que en algún
momento
la
Urbe
frenética
comenzó a sepultar.

EN QUÉ VIAJÓ EL TIEMPO

Ahora que poso la mirada sobre todo aquello que permitió emerger la ciudad de hoy, me doy
cuenta como se agarra el tiempo a aquellos lugares que aunque llenos de heridas, hacen
recordar que por esos rieles fueron navegantes cientos de hombres y mujeres, que en esa
silla y bajo la mirada del árbol cómplice que atisba por encima de la estación, portaron las
llaves del progreso.

Cartografías de ciudad: “El Habitar”



Por: 
Sayra Ríos Pulgarín


Ciudad del habitar






Medellín es un centro donde la polis y la urbs combaten en una relación de dicotomías; sufren transformaciones en su interior y desde su exterior, el panóptico hace su parte. ¿Quién es el habitante que entre tejidos reconstruye el pasado sin memoria?...Con memorias ficticias o memorias obligadas, nacemos a la historia y en nosotros crece una pequeña forma de olvido que escarba en el fondo hasta enterrarse.


¿Qué es el monumento? ¿Quién lo habita? La intención del autor, el gobernante y más allá, el imaginario de una ciudad que lo observa, lo reflexiona y a veces, no lo ve. Capturar la memoria es un intento inútil y sin embargo, próximo a la humanidad.



Los museos de la calle. Aunque libres de paredes, siguen encerrados tras la vidriera que separa el acontecer del acontecido.



El ferrocarril de Antioquia. En otrora un canal para el comercio, el viaje, la comunicación… Hoy un elemento más que entre palimpsestos se aquieta en un museo. Después de indagar en los recuerdos de nuestros viejos, definitivamente, este ha sido uno de los emplazamientos más dolorosos.


El árbol del ferrocarril. Cuántas historias observaste: el tránsito hacia el progreso y de pronto, la caída. En ti habita la vida, el mito, los años con remembranzas perdidas, el paseo de los enamorados…la virginal pureza de lo natural y una batalla ganada al demoledor de paisajes urbanos.


Música en la calle. A ti te esperábamos entre la reverberación del agitado centro de nuestra ciudad. Ciudad que como buena capital musical, alberga las mixturas más extrañas y también las más bellas. Ellas  desde una perspectiva estética, son las que nos alientan para armonizar, sonorizar, cantar y danzar este simulacro de la vida. ¡Te celebro ciudad, entre sonidos y silencios!

La ciudad fábula
Halló el personaje llamado ciudad un trasfondo para su soledad: La amargura encapsulada y un museo de calle -pero museo al fin y al cabo-; allí también el entramado humano. Halló entonces su centro y la debilidad que la consumía. Siguió su camino para encontrar respuestas porque una ciudad se piensa a sí misma. No muy sustanciosa la búsqueda, decidió descansar a la sombra de un árbol; la paloma entonces se acercó, al verla gritó de espanto y decidió volverse un ratón.

Desde entonces, imitando al ratón, en cuatro patas camina la ciudad y supeditada a la tibieza del indiferente, pasa las noches en la penumbra de dos gordos pájaros. Pobre ciudad, no distingue la forma completa de la incompleta.

Se acercó un día el gato para intentar hacerse amigo de la ciudad. Gato con botas, egipcio, salvaje y doméstico; primero la observó y luego leyó en ella la siguiente premisa: “Soy la ciudad de cuatro patas, tal vez ave un día, hoy ratón”. Despreciando la misteriosa amistad, el gato desapareció sagazmente. La ciudad aún le espera.