lunes, 25 de marzo de 2013

Cartografía por fragmentos



Por: Silvia Congote


Después de pensar la idea de montar un negocio informal en la Plaza San Antonio y teniendo en cuenta las condiciones del lugar, los hermanos González decidieron aprovechar el asfalto, la visita habitual de familias y la extensión plana -y con pocos obstáculos- del terreno, e instalaron cuatro medios de transporte que invitaran a los niños a montarse y dar una vuelta o más alrededor de la plaza. Desde que empezaron el negocio, Horacio le hizo saber a su hermano Jorge que no estaba de acuerdo con incluir un caballo en la atracción. Las jornadas laborales han pasado, y a pesar de que los hechos demuestran que el caballo genera pocos ingresos, y que por lo tanto Horacio tenía razón, Jorge se encarga todos los días de cargar y arrastrar hasta su lugar de trabajo a Palomo -el pequeño caballo café con cabeza blanca-, donde espera junto a sus compañeros de cuatro llantas que algún niño lo saque a cabalgar por la sabana.




El zapato para cada ocasión

¿Cuál zapato me gusta más? ¿Por qué debo usar siempre dos zapatos iguales o parecidos? ¿Por qué no puedo combinarlos? Esta mañana decidí hacerlo. Me levanté, hice los destinos en la casa y mientras me organizaba para venir al centro, decidí usar un zapato de cada par de mis zapatos destapados adelante. Hasta el momento nadie lo ha notado, y si lo han notado no lo han comentado conmigo. Quizá piensan que se trata de una nueva moda, quizá asumen que soy una señora que no ve bien o que sólo cuenta con estos dos zapatos en buen estado. El recorrido que he hecho hoy ha sido corto, de mi casa a la estación Hospital y de la estación San Antonio hasta aquí, sin embargo, ya puedo decidir con cuál zapato me siento mejor para hacer vueltas en el centro: el negro con la cinta naranja. La sandalia plateada es muy bonita, pero me hace caminar despacio y me cansa más, creo que la voy a dejar para ir a misa los domingos, claro está, acompañada por su par, la otra sandalia plateada.




Parque de Berrío


Según Foucault, estamos en una época en la que el espacio se nos da en la forma de relaciones de emplazamiento, emplazamiento que a su vez se define por las relaciones de vecindad. Aunque todavía hay oposiciones que admitimos como dadas: el espacio público y el espacio privado, el espacio de ocio y el espacio de trabajo, entre otras, nuestros espacios y la manera de habitarlos implican no sólo que estemos unos al lado, encima o debajo de otros, sino además que nuestras actividades no se pueden delimitar de forma clara. Descanso, trabajo, me siento, aparento, viajo, espero, me culturizo, hablo por teléfono o camino, todo puede ser simultáneo. En la perspectiva de Foucault, el Parque de Berrío y sus espacios adyacentes, incluido el Palacio de Cultura “Rafael Uribe Uribe”, se constituyen en heterotopías, en contraemplazamientos donde otros emplazamientos de la sociedad están representados, invertidos o refutados. De ahí que estos espacios, que en su historia -pasada, actual y futura- han sido y son pensados y habitados como centros políticos, económicos, eclesiásticos y culturales, puedan hoy ser concebidos y vividos como el escenario donde una mujer se sienta a leer el periódico o a hacer un crucigrama, mientras exhibe ollas y productos que las hacen brillar, sin necesidad de especificar si se dedica a lustrarlas, a venderlas o a vender los productos que les dan brillo. Escenarios donde un hombre camina junto a un perro a las afueras de la antigua gobernación, paseándolo o llevándolo a un nuevo destino desconocido, o donde habitantes esporádicos del lugar buscan desperdicios útiles o se sientan a disfrutar o a esperar que pasen los efectos del alcohol, al lado de una obra artística que les muestra cómo sus antepasados adornaban su desnudez. 


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