jueves, 21 de marzo de 2013

Mi performance, un momento de quiebre



  Por: Yohana  Murillo






Hice una pequeña demostración acerca de un episodio  triste e irreversible  de mi vida que me ha marcado desde entonces, como lo fue la muerte de mi abuela- mamá  felinda; llena  de amor, tristeza, dolor, cansancio, angustia, impotencia, soledad, nostalgia, que a continuación les contaré:

Todo comenzó desde el  viernes un día  rutinario de trabajo,  llegue a casa siendo las 10:00pm más cansada que nunca,  con muchos libros y trabajos por calificar, me quite los zapatos, solo tenía en  la mente las ganas de dormir, de descansar, sin quitarme la ropa, ni ponerme la pijama que se encontraba al lado de la almohada,  caí rendida a la cama en los brazos de Morfeo; pero no sabía  lo que me esperaba ¿Qué  me esperaba? Una mala noticia que tal vez ningún ser humano quisiera nunca escuchar la que me dejaría por mucho tiempo más  vulnerable ante las adversidades; en la madrugada del sábado siendo las 5:00am sonó  el celular de tal forma que no era habitual entre dormida y despierta  hubo un cruce de palabras que todavía me susurran al oído, la voz de mi prima casi mi hermana de crianza diciéndome  en medio del  llanto –Yohana murió mi abuela  y sin creerlo ni asimilarlo pregunte ¿Qué? ¿Cómo?  Y ella me repitió –Yohana murió mi abuela  esa noticia me causo un dolor en el alma que se fue al  abdomen  y se  enmarco  en un cólico estomacal donde no faltarían las deposiciones que nunca se hacen esperar cuando me encuentro en situaciones que denomino de riesgo porque  me causan dificultad, miedo, nervios añadiéndole la nostalgia y l la tristeza que me invadía por encontrarme sola, lejos de mi familia y a la espera  de un  largo viaje  para llegar  quizás a mi último encuentro  en vida con mi abuela.

Durante ese tiempo  trate de buscar muchas reflexiones  y una de las mejores para mi refugio es  la siguiente:

Te prestaré por un tiempo a tus padres
Te prestaré por un tiempo a tus padres para que los ames mientras vivan.
Podrán ser 10, 20, 30 años o más, hasta que los llame.
Te pregunto:
¿Podrás cuidarlos?
Quiero que aprendas a vivir con ellos, les he elegido a tí. No te ofrezco que se quedarán contigo para siempre, sólo te los presto.
Ellos te darán ternura y darán alegría por tenerte. El día que los llame no llorarás ni me odiarás porque los regresé a mí.
Su ausencia corporal quedará compensada por el amor y por los muchos y agradables recuerdos. Ten presente que si algo te entristece, que si el golpe del dolor te hiere algún día, tu pena es mía y así, con todo esto, tu luto será más llevadero y habrán de decir con agradecida humildad.
¡HAGASE SEÑOR TU VOLUNTAD!
Colaboración de Jorge.

                                                                                


           

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