Por: Sayra Ríos Pulgarín
Bajo
la sospecha del panóptico de ciudad: una duda y el atrevimiento del cuerpo
sobre un espacio; el espacio cobrando vida y una ligera melancolía por el
tiempo etéreo.
Una
puesta en escena. En ella consigné un cúmulo de otros yo que han crecido
conmigo. Quise representar de qué modo podemos volvernos uno con la naturaleza
y extrañarla de tal modo, que la ciudad puede volverse insoportable. Ya no es
lo mismo caminar bajo la lluvia de aventuras que siempre invocaban el olor a
verde, con colores que se transfiguraban en las montañas, con animales ante los
que siempre seremos indignos. Hoy la lluvia es ácida y si embargo, trabajo en
entender esta ciudad y cuánto he aprendido a quererla. Supongo que siempre la
tuve tan cerca que unida a mi respiración profunda, transitaba hacia la
amalgama que cubre nuestros pueblos.
Jugué
con los elementos: fuego, tierra, aire y agua; en buena medida porque
representan las bondades de este universo planetario y también, porque de algún
modo se tejen en mi mente como sueños abarcadores. Así el agua es mi deleite
porque mis estados oníricos más placenteros se sumergen en ella.
Dancé.
Hoy la música me envolvió como en Otrora; El retorno a una inocencia me brindó el marco para escuchar lo que había
fuera, mientras en mí, adentro, crecían como
cancerberos, la fuerza y el miedo.
Comentario al performance
de Silvia Congote
Un
número. El secreto más público que tiene el ser humano en el estado de gracia
que acogió el poder. Un número de cédula, de billetes, de archivo, de folio, de
teléfono, de expediente, de escritura pública…somos un número que ama el
contrato social pero que nunca te enseñó
a pensar matemáticamente el mundo.
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